Tu insigne
figura en mí llama a las nubes oscuras de aire traspasable, que con el fervor
de tu mirada inunda mi alma de dudas. Diatriba de mis penas, el ambiente presionado que renueva mi mente y
admito a tus deseos, tales, simples, que concedan a nuestros pies el trono de
suelo, manos ciegas con perceptibles dedos de serpiente que atraviesan, que
rebelan y en su ceguera decodifican.
Mi conciencia
dimite a tu templo, mi cuerpo recela tu temple, el ligero carácter concede
permiso, la figura arqueada se atenúa en medio de las sombras, un lúgubre sentimiento
poderhabiente única fuente de luminosidad se apaga y enciende aberrantemente,
mi expresión abismada disfrazada de razón valiéndose de gestos inútiles únicamente
para hacer que ardan nuestros fríos cadáveres.
Brindamos
con doble copa para embriagar aquel pedazo de carne que inspira los actos
humanos, que entorpece mi lecho al mismo
tiempo que admira mi crueldad.