Frente al Mundo

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domingo, 21 de julio de 2013

AGASAJO A MI MUERTE


Autor: Andrea Suárez


Estaba seguro del camino, me lo sabía de memoria aunque no estaba seguro de estar vivo; aparte de todo, fue fácil llegar y bueno allí estaba ella, una mirada pestilente me lanzaba desde su ataúd cubierto de seda, notando en su frio y pálido rostro horror al ver mi hipócrita presencia.



Lo vetusta de su piel me estremecía del asco que me causaba y ese olor pestilente que invadía mis fosas nasales, que hostigaba y reposaba en mi garganta. Sentía desprecio por la desfachatez de quienes se compadecían al ver el sepulcro. Me fatigaba, no sé si era por el cuerpo que permanecía inmóvil en el ataúd o por mi desmoralizada presencia. Opté por salir de ahí y fuera me encontré con el vacío de una tormenta que apenas se avecinaba, no tardó en llegar, aunque no recuerdo haber sentido una gota de agua en mi rostro.



Al llegar a casa pensé que quizá debí quedarme más tiempo en el funeral de mi mamá, pero rápidamente cambié de opinión.



-Ahora tengo ganas de estar con Elizabeth; recuerdo que una vez llegué a su casa deseando tenerla en mis brazos, estaba obsesionado con sus senos, nos besamos y por fin pude verlos, me sentí como un dios acariciando esas hermosas protuberancias de piel. La visitaba con regularidad, un día ella simplemente ya no estaba y sus opulentos senos ya no estarían más en mi tacto.



-Me doy cuenta que debí haberla buscado; conocí otras mujeres, no funcionó, todas eran fatuas para mí.



No debí desperdiciar tantos años de mi vida estudiando lo que creía que sería mi oficio en el futuro, eché a perder cinco malditos años para conseguir un pedazo de cartón con la palabra “psicólogo” que definiría mi estatus social. Claro que de nada me sirvió, el cerebro es algo simple, nadie debe complicarse tanto, si alguien tiene malos sueños, que no duerma y ya; o si tiene deseos de los cuales se avergüenza, pues que los haga públicos, verán que es más común de lo que piensan; si otros padecen tristeza extrema, pues que se maten y listo, más agua y aire para los vivos. En fin el hombre es la criatura más simple que existe.



Recuerdo que trabajé por un tiempo como terapeuta, la gente me decía que era malísimo, yo solo respondía que lo mejor de la vida era trabajar en algo que harías gratis y que te paguen por hacerlo. En sus caras se notaba el poco interés que tenían en mí, y bueno era cierto, no sirvo para ese trabajo así que lo dejé.



Cuando yo era un niño jugaba con las niñas, algunos en esos tiempos me tacharon de marica; yo jamás seria homosexual, digo es que los pechos de Elizabeth convencerían a cualquier hombre de estar con ella, sigo sin poder olvidarlos, aunque no recuerdo lo que sentí aquellos días de pasión, ni siquiera la imagen del recuerdo, solo sé que era exquisito. Pero bueno yo siempre decía que “ninguna sabiduría hay en pensar que los tiempos pasados fueron mejores”, sino, ¿Cómo avanzaríamos?, sino, no fuese capaz de dar mi primer paso hacia la eternidad.



Solía creer que después de vivir lo suficiente y conocer lo más recóndito de nuestra especie había que morir inmediatamente para poder sentir que toda nuestra existencia valía el conocimiento y nada más.



En este instante se me viene a la mente un momento, cuando mi madre vivía y mi padre aún estaba con nosotros, yo era un joven con ambiciones, aunque muy vagas. En mi cumpleaños 17 conocí a una mujer muy linda aunque con pechos más pequeños que los de Elizabeth; en esa época esa mujer me hablo como una madre, yo era como un ovejo descarriado diciendo y profesando cuanta miseria saliera de mi boca, ella me dijo que “en nuestra boca está el poder para la vida o para la muerte”. Lástima que lo he entendido veinte años después, de haberlo entendido antes esta decisión que ahora tomaré hubiese sido definitiva en mi juventud.



Yo me mortificaba queriendo conocer el mundo original, el que no se ve, ¿Qué cómo sé que existe? Pues es que lo que vemos fue hecho de lo que no se ve, ahora que lo pienso, desperdicie muchas horas pensando estas estupideces. Algunas veces trataba de idear un plan para cometer un delito y conocer la cárcel, claro que nunca sucedió, pensaba en falsificar billetes de $100.000, el problema es que aún no existen, pero tengo la plena seguridad de que cuando existan alguien muy estúpido lo pensará y creará estos billetes falsos. De ahí mi famoso dicho “para que exista lo falso, primero debe existir lo real”.



Lo real de las personas es que envejecen, se arrugan y en vano es su amargura pues no corrige ninguno de sus lapsus; yo nunca envejeceré, eso es sólo para mortales que esperan su muerte valga la redundancia, después de esto lo más seguro es que mis pensamientos, sentimientos y conocimientos desaparezcan y mueran con mi cuerpo, pero yo, yo seré inmortal.



Es impresionante todo lo que he pensado y recordado en tan sólo una fracción de segundos, bueno, y es que he comprendido que detesto este mundo, el mundo contra el que aplasto a diario mi cuerpo y en toda su extensión.



Está bien así, creo que ya he pensado mucho y estoy listo para saltar al vacío con la soga atada al cuello.

 

Cuento corto escrito por: Andrea Suárez B.

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